La LOMLOE llegó hace unos años y con ella una serie de cambios a los que muchos de nosotros y nosotras tuvimos que adaptarnos, pero para otros comienzan de cero aprendiéndolas. Uno de estos conceptos es el de producto final en las situaciones de aprendizaje. Hoy intentaremos hacer una entrada intentando definirlo.
Aunque en todo el texto de la LOMLOE no aparece el concepto de “producto final”, sí que lo hace en la normativa referente a las enseñanzas mínimas en la educación secundaria obligatoria. Además, ya lo conocíamos del Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP).
Podemos definir el producto final como una manifestación concreta que resulta de un proceso educativo. Este producto es el objetivo concreto hacia el cual los estudiantes trabajan, y su elaboración involucra la aplicación práctica de conocimientos y habilidades adquiridas.
¿Por qué surgen los productos finales? Este enfoque se aleja del modelo tradicional de evaluación basada en exámenes y trabajos individuales, para dar paso a una evaluación más integral y representativa del desarrollo competencial del estudiante. Este punto es clave, ya que al crearlos, tenemos que tener en cuenta la evaluación o calificación.
Antes de terminar acerca de esta aproximación a los productos finales, me gustaría señalar una cosa. Para que el producto final cumpla su función dentro del proceso de aprendizaje, es esencial que se diseñen situaciones educativas retadoras y significativas para los estudiantes. Esto implica que los docentes deben plantear proyectos que conecten con los intereses y la realidad del alumnado, promoviendo así su motivación y compromiso con el aprendizaje. A esto se le llama “centro de interés”.
No es lo mismo pedirles un trabajo de dos páginas acerca de lo peligroso que son las bebidas azucaradas, a pedirles un podcast que sirva de concienciación sobre los efectos de beber de manera continua Monster para los compañeros de la ESO.
